EL CONTINENTE DE MU: MUCHO MÁS QUE UNA ISLA HUNDIDA EN EL PACÍFICO
Localización de Mu, según James Churchward |
Al contrario de lo que hemos visto al localizar la antigua situación de la Atlántida, no existe en el Océano Pacífico ningún atisbo geológico en su fondo marino que corrobore las teorías que proporcionaban a Mu la configuración de una gigantesca isla-continente situada en mitad de su extensión. Nada que coincida con los mapas que veíamos al principio de esta entrada, trazados por el coronel Churchward o por alguno de sus seguidores.
Sin embargo, la ciencia y los ojos de los satélites sí que nos van a permitir establecer, con bastante claridad, cuáles eran esas tres tierras, separadas por canales o masas de agua, que, según las tablillas Naacal, conformaban el Imperio del Sol.
EL ASIA: LA ZONA CONTINENTAL DE MU
Ya hemos visto con anterioridad cómo las más antiguas crónicas ubican el origen de la civilización Naacal (y por tanto de Mu) en el centro del continente asiático.
En aquel tiempo, las grandes extensiones que hoy vemos ocupadas por desiertos (Gobi y Taklamakán) eran mares interiores cuyas orillas acogían, con toda seguridad, una rica variedad de fauna y vegetación. Ahí están las importantes muestras fósiles, tanto de dinosaurios de toda índole como de antiguos mamíferos, que nos hablan de un entorno completamente distinto al actual. Como también contamos con inquietantes ―por lo inhóspito de su ubicación― restos arqueológicos que demuestran la existencia de poblamientos humanos que resultarían imposibles en las condiciones climáticas de nuestra era.
A la izquierda y bajo estas líneas, una vista de los conocidos "Flaming Cliffs" ("Acantilados llameantes") del desierto de Gobi, así llamados por el color rojo intenso que adquieren sus paredes con la puesta de sol. El nombre le fue dado por el explorador y paleontólogo estadounidense Roy Andrew Chapman, en 1920. Fue aquí donde se encontraron las primeras muestras de huevos de dinosaurio del mundo. En este límite del antiguo lecho marino, no es difícil imaginar las olas rompiendo contra estos acantilados.
Como ya hemos contado en pasadas entradas, las tradiciones nos dicen que en el centro de uno de esos mares se hallaba una isla y, en ella, una ciudad levantada por los dioses, a partir de la cual nació la primera civilización humana.
Dicha civilización primigenia hubo de extenderse por todo el oriente asiático: hacia el sur, hasta las tierras de la India actual; hacia el este, hasta la costa del hoy Océano Pacífico, que entonces era sensiblemente distinta a la actual, prácticamente unida a las tierras del futuro archipiélago japonés...
EL CONTINENTE AUSTRAL
Ya hemos visto con anterioridad cómo las más antiguas crónicas ubican el origen de la civilización Naacal (y por tanto de Mu) en el centro del continente asiático.
En aquel tiempo, las grandes extensiones que hoy vemos ocupadas por desiertos (Gobi y Taklamakán) eran mares interiores cuyas orillas acogían, con toda seguridad, una rica variedad de fauna y vegetación. Ahí están las importantes muestras fósiles, tanto de dinosaurios de toda índole como de antiguos mamíferos, que nos hablan de un entorno completamente distinto al actual. Como también contamos con inquietantes ―por lo inhóspito de su ubicación― restos arqueológicos que demuestran la existencia de poblamientos humanos que resultarían imposibles en las condiciones climáticas de nuestra era.
A la izquierda y bajo estas líneas, una vista de los conocidos "Flaming Cliffs" ("Acantilados llameantes") del desierto de Gobi, así llamados por el color rojo intenso que adquieren sus paredes con la puesta de sol. El nombre le fue dado por el explorador y paleontólogo estadounidense Roy Andrew Chapman, en 1920. Fue aquí donde se encontraron las primeras muestras de huevos de dinosaurio del mundo. En este límite del antiguo lecho marino, no es difícil imaginar las olas rompiendo contra estos acantilados.
A la derecha, una vista de satélite de la cuenca del río Tarim, ocupada en la actualidad por el desierto de Taklamakán (prolongación hacia el oeste del desierto de Gobi).
Todavía son fácilmente reconocibles los antiguos límites del mar interior donde, sin duda, desembocaban los mismos ─y numerosos─ cursos de agua pura, procedente de la nieve que se derrite en las altas montañas circundantes, que hoy se reúnen en el Tarim, bien para nutrir los corredores verdes que subsisten del antiguo esplendor, bien para dispersarse, sin remedio, entre la ardiente arena.
Río Tarim, en la actualidad |
Basta una imagen del actual río Tarim, fluyendo a través del desierto, para imaginarnos la belleza del antiguo mar.
Ruinas de Loulan (Desierto de Taklamakán) |
Ruinas de Khotan (Desierto de Taklamakán) |
Ruinas de Khara-Khoto (Desierto de Gobi) |
Dicha civilización primigenia hubo de extenderse por todo el oriente asiático: hacia el sur, hasta las tierras de la India actual; hacia el este, hasta la costa del hoy Océano Pacífico, que entonces era sensiblemente distinta a la actual, prácticamente unida a las tierras del futuro archipiélago japonés...
...hacia el sudeste, hasta la gran masa continental que entonces unía, en una sola extensión de aproximadamente 4 millones de km² ―bautizada por los científicos como Sundaland―, la actual península de Malaca con las islas de Sumatra, Java y Borneo
Es en esta zona donde seguramente se encontraba la ciudad capital del Imperio (recordemos que, según el relato del sacerdote que mostró las tablillas Naacal al coronel Churchward, el origen de dichos vestigios se encontraba en lo que hoy conocemos como Birmania o Burma)...
Todas estas tierras continentales formaban, sin duda, la primera y más importante de las zonas bajo el dominio del Imperio del Sol.
EL CONTINENTE AUSTRAL
Separado de las tierras continentales por los profundos canales que más tarde la biogeografía denominaría como Líneas de Wallace y Weber, nos encontramos con una nueva zona en la que la influencia de Mu debió de ser fuerte: la extensa superficie formada por lo que hoy conocemos como Australia, junto con Tasmania y Nueva Guinea.
Sabemos ahora que Australia y Tasmania no quedaron aisladas por mar hasta hace unos 12.000 años (esto es, en la misma época de la destrucción de Atlantis y Mu), mientras que Australia y Nueva Guinea no lo estuvieron del todo hasta hace unos 8.000 años.
Este territorio, cuya extensión es todavía visible bajo las poco profundas aguas del Estrecho de Torres ―entre Nueva Zelanda y Australia― y el Estrecho de Bass ―entre Tasmania y Australia― ya fue denominado como "Sahul" por los marineros holandeses del siglo XVII.
Estrecho de Torres |
Estrecho de Bass |
Aunque en la actualidad el 44% de Australia tiene un clima desértico, tenemos la certeza de que esta situación es el resultado de un proceso, iniciado hace miles de años y que continua hoy en día, y cuyo único responsable es el propio ser humano. Este proceso es lo que habría convertido los grandes y numerosos lagos que, en su día, debieron cubrir la superficie australiana, en las extensas depresiones saladas y pequeñas lagunas con que nos encontramos en la actualidad.
Basándonos en tal conocimiento y extrapolando los actuales paisajes de Tasmania, Australia y Nueva Guinea en donde la Naturaleza ha sobrevivido al paso del ser humano, podemos imaginar el aspecto que ofrecería ante nuestros ojos esta gran extensión de tierra, cuando aún formaba parte del Imperio del Sol:
ZEALANDIA: LA ISLA-CONTINENTE DESAPARECIDA
A pesar de todo lo que hemos recalcado el hecho de que Mu no fue esa colosal isla-continente situada en medio del Pacífico, tal y como la describió James Churchward, así como que su fin no fue esa gran debacle geológica propuesta por el Coronel, a raíz de la cual se habría hundido en el fondo del océano, ahora tenemos que admitir, sin embargo, que sí existió realmente una gran extensión de tierra, una isla gigantesca, que desapareció casi por completo bajo las aguas del "Gran Océano".
A principios del año 2017, en todo el mundo saltó la noticia del descubrimiento de un "nuevo continente", ahora sumergido, al que los científicos otorgaron el nombre de "Zealandia", por encontrarse en el entorno de la actual Nueva Zelanda.
Los estudios realizados nos hablan de una masa de tierra de unos 4,9 millones de km², de los cuales el 94% se encontraría hoy bajo el mar. La hipótesis presentada por los geólogos defiende que estamos hablando de unas tierras que llevan al menos 23 millones de años sumergidas, lo que nos retrotraería al Oligoceno, un tiempo en el que la vecina Australia se hallaría recién desgajada de la Antártida. Semejante dato le quita mucho "glamour" al supuesto descubrimiento continental, dejándolo en poco más que el haberle otorgado un particular nombre a un pedazo de la primigenia Gondwana.
Sin embargo, a la luz de lo que acabamos de conocer acerca de las extensas tierras de Sundaland y Sahul, y con las imágenes que los satélites nos proporcionan del entorno sumergido de Nueva Zelanda, podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que aquí, separada del continente Austral por un más o menos estrecho brazo de mar, se encontraba el tercer y último gran territorio que conformaba el Imperio de Mu.
Podemos admitir que, posiblemente, esta tercera masa de tierra no ocupara en ese entonces más que una fracción de la extensión total delimitada por los científicos para Zealandia, pero es indudable que habría de ser mucho mayor que las actuales islas de Nueva Zelanda, igual que lo eran, como hemos visto, el conjunto de Australia-Nueva Guinea-Tasmania y las mismas tierras continentales del Asia.
Las evidencias de que éste es el único gran territorio de Mu que realmente desapareció bajo el mar nos llevan a lanzar una fascinante hipótesis: ¿Y si Zealandia fuera la mítica "Kasskara", la tierra perdida de los indios Hopi, aniquilada durante la guerra contra "el país del Este"?
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