jueves, 12 de octubre de 2017

Testimonios de MU: Más allá de la leyenda

Trabajos de Auguste Le Plongeon
La primera mención conocida de Mu aparece en las obras de Augustus Le Plongeon (1825–1908), un viajero y escritor del siglo XIX, que llevó a cabo investigaciones de las ruinas Mayas, en la península del Yucatán. Le Plongeon anunció que había traducido las antiguas escrituras Mayas, que demostraban que era una civilización más antigua que las de Grecia y Egipto. Además contaba la historia de un continente incluso más antiguo, llamado Mu, que se había hundido de una manera similar a la Atlántida y cuyos sobrevivientes fundaron la civilización Maya.
En 1864, el abate Brasseur de Bourbourg se hallaba en la tarea de intentar traducir un códice maya usando un “alfabeto” compilado por el conquistador Diego de Landa. La escritura maya era algo similar a la japonesa o la egipcia, ya que usaba ideogramas que también tenían valor fonético: por lo tanto carecía de alfabeto. Lo que el español había encontrado era un conjunto de símbolos que, leídos en voz alta, sonaban como las letras del alfabeto latino. Brasseur entendió que el códice narraba una catástrofe que había destruido un continente entero. Su nombre se expresaba en dos símbolos que correspondían a las letras “M” y “U”. Así salió a la luz el nombre de “Mu”.

Col. James Churchward
En cualquier caso, el investigador más célebre de las tradiciones y evidencias relativas a Mu fue, sin lugar a dudas, el coronel del ejército británico James Churchward (1851–1936), quien, como teósofo, fue también el redactor y defensor de la teoría esotérica moderna acerca de la existencia del continente de Mú.

James Churchward, a la sazón coronel británico destinado en la India Colonial de finales del siglo XIX, realizó un sinfín de viajes e investigaciones por toda la India, Siberia y Mongolia en busca de las evidencias arqueológicas que corroborasen los escritos de los misteriosos archivos Naacals, identificados como los últimos testimonios escritos del desaparecido continente de Mú. Churchward narraba en sus libros, cómo, estando en la India, en el año 1866, un ‘rishi’ ―un sumo sacerdote, sabio o iniciado― con el que había entablado amistad al colaborar con él en sus tareas para combatir una fuerte hambruna, le mostró unas tablillas antiquísimas guardadas en las cámaras secretas de un cierto templo hindú (no especificado por el coronel), las cuales estaban grabadas en un lenguaje ideográfico extraño que, según le contó el sacerdote, formaban una pequeñísima porción de los tesoros rescatados por los Naacals antes del cataclismo que hizo desaparecer las siete ciudades sagradas que existieron en el continente de Mú.

Algunos símbolos de la escritura Naacal
(Anotaciones de J. Churchward)
Tablilla Naacal (Reproducción)


















El viejo sacerdote hindú aceptó instruir a Churchyard en el idioma nacaal, el lenguaje más antiguo que la humanidad haya articulado. Gracias a ello, el coronel pudo descifrar la historia de Mu en unas vetustas tablillas de piedra escondidas en el templo del sacerdote. Según las tablillas, el homo sapiens apareció en la llamada Tierra Natal de Mu y, desde allí, dio origen a una muy selecta estirpe de 64 millones de individuos. La civilización Mu, con el tiempo, estableció innumerables colonias por todo el mundo. Una de ellas fue Atlantis, la cual se convirtió a su vez en un nuevo imperio, tras ganar su independencia. Entonces, hace unos 12.000 años, el continente fue totalmente destruido por un único y violentísimo cataclismo.


¿QUIENES ERAN LOS NAACALS?

Naacal sería el nombre de la primera civilización que existió en nuestra Tierra. Según James Churchward, dicha cultura, y la lengua madre que la iluminó, nació en la cuenca del Tarim, actual China y, antes de ello, cuna del Imperio Uighur. Hoy en día, allí encontramos el desierto de Taklamakán, la región más occidental asociada al desierto de Gobi. 


Cuenca del Tarim












El primer uso registrado de la expresión "naacal" se encuentra en la obra de Augustus Le Plongeon "La reina Moo y la Esfinge de Egipto" (1896):
"Tal vez también se sintió la necesidad de recuperar las bibliotecas de los sabios mayas (oculta sobre el comienzo de la era cristiana para salvarlos de la destrucción a manos de las hordas devastadoras que invadieron su país en aquellos tiempos), y aprender de su contenido la sabiduría de los filósofos antiguos, que se conservan en los libros de los brahamanes y es el reflejo de la sabiduría que llegó a la India, y desde allí a Babilonia y Egipto en tiempos muy remotos a través de los adeptos Maya (naacal - "los eminentes"), que, a partir de la tierra de su nacimiento como misioneros de la religión y la civilización, fueron a Birmania, donde se hicieron conocer como Nagas y se establecieron en el Decán (una gran meseta que se extiende por la mayor parte del territorio centro-sur del subcontinente indio), donde se llevó a su labor civilizadora en todo el la tierra."

Hay que destacar que, para Le Plongeón, la gran civilización original se encontraba en América Central, de modo que los naacals habían sido los misioneros de la religión y civilización maya, mientras que para Churchward, según el relato de sus experiencias vertido en el libro "El Continente Perdido de Mu, patria del hombre" (1926), Naacal eran las personas y la civilización de Mu, así como el nombre de su lengua. Según su criterio, las muy posteriores civilizaciones de la India, Babilonia, Persia, Egipto o Maya, no habrían sido más que los restos descompuestos de las colonias de supuervivientes naacals. Serían parte de estos supervivientes quienes, convertidos por la fuerza del destino en una suerte de "hermandad" (Churchward habla de "los Sagrados Hermanos" al referirse a los autores de las tablillas) habiendo partido de la Tierra Natal, habrían tomado para sí la tarea de "enseñar las sagradas escrituras, la religión y las ciencias" . 


Comparación símbolos (J. Churchward)
La Creación, según las tablillas Naacal




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Al darse cuenta Churchward de que había descubierto secretos de gran importancia, y avisado por el sacerdote de que lo que había contemplado no era sino un fragmento de una colección todavía más vasta, diseminada por otras ciudades de la India, emprendió la búsqueda de las tablillas perdidas, pero sin éxito. Viajó llevando cartas de presentación para los maestros de distintos templos en la India y Birmania, pero siempre era recibido con frialdad y desconfianza. Estos rechazos le desanimaron, pero como ya había obtenido información valiosa de las tablillas se decidió a estudiar los escritos de todas las civilizaciones antiguas y compararlas con las leyendas de Mu.

William Niven
Colección de tablillas
encontradas por Niven
Tras su retiro, Churchward continuó su búsqueda en las islas del Pacífico, Australia y América Central, encontrando un inesperado aliado en el geólogo y arqueólogo escocés William Niven, quien, mientras realizaba excavaciones en el Valle de México, entre 1921 y 1923, encontró una insólita colección de 2.600 tablillas a las que dató con una antigüedad de unos 12.000 años. No obstante, ni Niven ni su colaborador del Carnegie Institute, Dr. Morley, pudieron identificar los símbolos en los que las tablillas estaban escritas. Fue Churchward quien, habiendo recibido noticias del descubrimiento de Niven, viajó a México y comprobó que los símbolos pertenecían al lenguaje Naacal, obteniendo, al descifrarlos, nueva y abundante información acerca de Mu.



Artículo de James Churchward tras el encuentro de las tablillas en México

La clave del Movimiento Universal
Tablillas de Niven


















Aparte de lo anterior, sabemos que Churchward estudió profundamente toda clase de templos antiguos y escritos antiguos, como el Manuscrito Troano y el Códice Cortesano, encontrando, a tenor de sus conclusiones, multitud de testimonios que confirman las narraciones sánscritas acerca del Imperio del Sol que fue destruido en tiempos lejanos.


Artículo en el Middlesbrough Standard
(10-Ene-1925)
Artículo en el New York American (10-Dic-1924)



































Posteriormente a sus trabajos, muchos investigadores, arqueólogos y eruditos han encontrado un sinfín de pruebas y hallazgos arqueológicos que han venido a corroborar las investigaciones del coronel. Podemos citar, por ejemplo, los 270 caracteres pictográficos figurativos encontrados en multitud de sellos de esteatita durante las excavaciones en las ruinas arqueológicas de las ciudades ribereñas del Indo, situadas en las regiones del Sindh, Lothal y Gujarat. O las estelas con caracteres ideográficos, de corte similar a los Indostánicos, rescatadas entre las ruinas arqueológicas de las ciudades antediluvianas de Eridu, El Obeid, Uruk y Djemdet, en Mesopotamia.


EL CÓDICE DE MADRID


Facsímil del Códice Tro-Cortesiano (Museo de América de Madrid)

El Códice Tro-Cortesiano o Códice de Madrid es un códice maya considerado el libro más importante del Museo de América de Madrid. hasta tal punto que lo que se expone al público es un facsímil, en tanto el original permanece custodiado en la cámara acorazada del museo.

Se trata de uno de los cuatro únicos códices mayas prehispánicos que se conservan, junto con el Códice de Dresde (Biblioteca Estatal de Sajonia y de la Universidad de Dresde), el Códice de París (Biblioteca nacional de Francia) y el Códice Grolier (Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, Ciudad de México), cuya autenticidad fue por mucho tiempo discutida, aunque un estudio en profundidad publicado en 2016 por un equipo de la Universidad Brown (Estados Unidos) aseguró que no solamente es auténtico, sino el más antiguo de los conservados.

Consta de 56 hojas escritas por ambas caras, con un total por tanto de 112 páginas. Su soporte es una tira vegetal que está plegada en forma de biombo, para así facilitar su lectura. Sus dimensiones son 6,82 metros de largo, 22,6 centímetros de alto y 12,2 de ancho. Ello lo convierte, con diferencia, en el libro maya precolombino más extenso de los que se conservan.

Se desconoce cuándo y en qué condiciones llegó a Europa el Códice, pero sí que, en algún momento, fue dividido en dos partes, más tarde llamadas "Manuscrito Troano" (por su primer dueño conocido, Don Juan Tro y Ortolano, profesor de paleografía en Madrid) y "Códice Cortesiano" (por la creencia de que perteneció a Hernán Cortés y de que fue enviado a Carlos I de España por el conquistador, como parte del "Quinto Real"). No fue sino hasta 1880 cuando el francés Léon de Rosny dedujo que las dos partes eran un solo códice, Ambas partes se unieron en 1888, al ser adquiridas por el Museo Arqueológico de Madrid, siendo transferido a los fondos del Museo de América tras su apertura, en 1941.



Páginas del Manuscrito Troano




Se considera que el Códice de Madrid trata principalmente sobre horóscopos y tablas astrológicas, si bien entre sus páginas se encuentran numerosas referencias geográficas. Basándose en una de las primeras traducciones del Códice (las cuales, en honor a la verdad, muchos expertos consideran erróneas), James Churchward incluye en sus libros los siguientes extractos:

"En el año 6 Kan, el 11 Muluc, en el mes Zac, ocurrieron terribles terremotos que continuaron sin interrupción hasta el 13 Chuen. El país de las colinas de barro, la Tierra de Mu, fue sacrificado. Habiéndosele golpeado dos veces, desapareció durante la noche, bajo el azote constante de los fuegos de la tierra. Siendo confinados, estos causaron que la tierra se elevara y se hundiera en varias ocasiones en diversos lugares. Al final, la superficie cedió y diez países (o tribus) fueron desgarrados y dispersos. Se hundieron con sus 64.000.000 habitantes, 8.060 años antes de que se escribiera este libro". ― (Manuscrito Troano)
Del 11 Muluc al 13 Chuen significa un periodo de tres días. La palabra "terremotos" está escogida a propósito de la propia teoría de Churchward, pero bien podría sustituirse por "sacudidas", "cataclismos" o "ataques". El coronel indica en su libro "los fuegos de debajo de la tierra", lo que refuerza su explicación de la desaparición de Mu a consecuencia de un suceso geológico, si bien el texto podría referirse a los fuegos que asolaban la tierra. La palabra "confinados" (confined) puede referirse ―como sugiere Churchward―  a que se hallaban constreñidos, esto es, encerrados bajo la tierra, provocando altas presiones subterráneas; o bien a que estaban limitados a determinados lugares; o incluso a que estaban tan extendidos que compartían sus límites.
 "Con su fuerte brazo, Homen hizo que la tierra temblara después de la puesta del sol y durante la noche. Mu, el país de las colinas de tierra, fue sumergido ". ― (Códice Cortesiano)
"Mu, la vida de los mares, fue sumergido por Homen durante la noche". ― (Códice Cortesiano)
"El lugar del gobernante muerto está ahora sin vida, ya no se mueve, después de haber saltado dos veces desde sus cimientos: el rey de las profundidades, tratando de salir, ha sacudido esta tierra hacia arriba y hacia abajo, la ha matado, la ha sumergido". ― (Códice Cortesiano)
"Dos veces saltó Mu desde sus cimientos; después fue sacrificada por el fuego. Explotó mientras los terremotos la sacudían hacia arriba y hacia abajo. Al golpearla, el mago que hace que todo se mueva como una masa de gusanos, la sacrificó esa misma noche". ― (Códice Cortesiano)


RAMAYANA

En la epopeya sánscrita escrita por Valmiki en el siglo III a. C. también encontramos nuevas referencias:
"Los adeptos a Maya, los Naacal, que vinieron de su tierra natal que está al oriente, como misioneros de la religión y la sabiduría, fueron primero a Birmania y ahí enseñaron a los Nagas. De Birmania viajaron a Deccan, en la India, de donde llevaron su religión y sabiduría a Babilonia y a Egipto." ― (VALKIMI. Ramayana. Volumen I)


EL REGISTRO LHASA



El Registro Lasha fue descubierto por Paul Schliemann (nieto del descubridor de Troya) en el antiguo templo budista de Lhasa (Tibet). Se trataría de una antigua inscripción caldea que podría tener hasta 4 mil años de antigüedad.



Templo de Jokhang. El más antiguo templo budista de Lhasa (Tibet)

Aunque el propio Schliemann se atribuye el descifrado y la traducción del texto, lo cierto es que es sobradamente conocida su falta de erudición —sus errores van desde situar “Tihuanaca” (sic) en Centroamérica, en lugar de en el altiplano andino; hasta comentar unos jeroglíficos fenicios, cuando la escritura fenicia resulta ser fonética y no ideográfica—. Lo más probable es que su testimonio acerca de la referida inscripción sea “de oídas” o le haya sido relatado por un tercero.

"Cuando la estrella Bal cayó sobre el lugar donde ahora sólo hay mar y cielo, las Siete Ciudades con sus puertas de oro y sus templos transparentes, temblaron y se sacudieron como hojas de un árbol en una tormenta. Y he aquí que un torrente de fuego y humo surgía de los palacios. La agonía y los gritos de la multitud llenaron el aire. Buscaron refugio en sus templos y ciudadelas. Y el sabio Mu, el hierático Ra-Mu, se levantó y les dijo: « ¿No predije yo todo esto?» Y las mujeres y los hombres con sus preciosas joyas y sus brillantes ropajes se lamentaron: «¡Sálvanos, Mu!». Y Mu respondió: «Moriréis junto con vuestros esclavos y vuestras riquezas, y de vuestras cenizas surgirán nuevas naciones. Y si se olvidan de que son superiores, no por lo que aparentan sino por lo que demuestran, ¡correrán la misma suerte!» Las llamas y el humo ahogaron las palabras de Mu. La tierra y sus habitantes fueron despedazados y tragados por las profundidades en pocos meses".

Hay un par de apuntes que aportan verosimilitud al documento:

Por una parte, Augustus Le Plongeon —que murió cuatro años antes de que Paul Schliemann publicara el Registro Lhasa (1912)— encontró inscripciones en Yucatán que se expresaban en términos muy parecidos a los del Tibet:
"El jefe hierático de la tierra de Mu profetizó su destrucción, y algunos, tomándola en cuenta, se fueron a las colonias, donde salvaron sus vidas".

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Por otro lado, la —en principio— poco probable circunstancia de que un texto caldeo (o similar en cuanto a escritura) se hallara en un templo del Tibet, se ve reforzada como posible por estudios como el realizado por el P. Enrique Heras (1888-1955), fundador y Director del Indian Historical Research Institute:

Escritura hindú de Harappa y Mohenjo-Daro
Escritura caldea del 2º milenio a.C.



“La tradición Sumeria señala el Sur como el lugar de procedencia de su civilización. La tradición Budística, consignada en las historias de los previos nacimientos del Buda, llamadas Játakas, muestra a los indios arribando por vez primera a las ciudades a lo largo del Eufrates o del Tigris, y los sellos con inscripciones similares descubiertos en UiyKish, Susa y otros lugares de aquellas tierras, confirman la veracidad de estas tradiciones. La escritura India de Mohenjo-Daro es la madre de la escritura Sumeria, que más adelante se desarrolló en la escritura cuneiforme de Babilonia y Asiria. Con la escritura, gran parte de la civilización Dravídica también pasó a aquellas regiones. El Zodíaco fué uno de estos elementos Dravídicos así transplantados a Babilonia y Nínive.”.― P. ENRIQUE HERAS, S. I. [Académico Correspondiente de la Historia]


Lhasa, Tibet
Lhasa (Tibet)

En el apéndice final de mi novela, “Crónica de Atlantis”, cometí el error de atribuir el hallazgo de este texto al propio James Churchward, al basarme en un documento que recopilé en los años 70 del pasado siglo y que proporcionaba dicha información errónea. Valga este apunte para enmendar aquella inexactitud.

Llegados a este punto, es el momento de hacerse la gran pregunta: ¿Dónde estaba realmente Mu? ¿Cuáles eran las tierras que ocupaba? La respuesta en la próxima entrada.