martes, 22 de agosto de 2017

MU: El continente perdido del Pacífico

Mapa de Mu - Océano Pacífico

Universalmente conocido, el mito de la Atlántida forma parte desde hace más de dos mil años de nuestra cultura occidental. Sin embargo, para una gran parte de la humanidad, resulta totalmente desconocido el mito gemelo del continente de Mu, ubicado, según las crónicas, en el hemisferio del Océano Pacífico y desaparecido, como la legendaria gran isla del Atlántico, hará unos doce mil años.


Ayodha, Mu, Crónica de Atlantis
Sin embargo, la importancia de Mu en nuestra desconocida Historia prediluviana podría ser muchísimo mayor que la de Atlantis, pues, según la tradición esotérica, se asegura que es en su territorio donde se asentaba la verdadera cuna de la Humanidad; el lugar donde aparecieron los primeros humanos sobre la Tierra, tal y como hoy los definimos. Según esta tradición, Mu —la Tierra de Kui, es llamada— fue la madre y centro de la civilización, y el origen de todo desarrollo cultural.
Continente de Mu, Napali coast Hawaii


Con una historia muchísimo más antigua que la Atlántida (entre cincuenta mil y setenta y cinco mil años, cuentan las crónicas), los límites del vastísimo Mu no están en absoluto claros. Se dice que se extendía, según unas versiones, entre las actuales Nueva Zelanda, islas Norfolk, Nueva Caledonia, Nuevas Hébridas, Salomón, Nueva Bretaña y Nueva Guinea. En otros escritos se lo sitúa justo en mitad del Pacífico, entre las Hawaii, Fidji y la Isla de Pascua. Por otra parte, las más antiguas tradiciones señalan que el Imperio de Mu tuvo su origen en el centro de Asia y, más concretamente, en lo que hoy es el Desierto de Gobi.


Fidji - Pascua - Gobi
Islas Fidji - Isla de Pascua - Desierto de Gobi

Posiblemente, todas las versiones estén en lo cierto, pues todas ellas coinciden en que Mu estaba compuesto por tres regiones distintas, separadas por mares o canales. De ahí que su símbolo numérico sea ʘʘʘ.

En cualquier caso, debe quedar claro que Mu no debe confundirse con "Lemuria", (como a veces se le llama erróneamente) ya que esta denominación se refiere a un hipotético continente ―ya descartado por la ciencia― situado en el Océano Índico y cuya formulación, en 1864, se debe principalmente al zoólogo inglés Philip Sclater, que pretendía así explicar la existencia de lemures tanto en África como en la India.



«Se trataba de una ciudad extraordinariamente caótica, (...) El tráfico insoportable, el polvo y el bullicio a pie de calle, que no menguaba ni de noche ni de día, (...) almacenes que ocupaban manzanas enteras y pequeños bazares que se perdían de vista entre callejuelas laberínticas; (...) barrios modulares que crecían de abajo arriba sin ninguna restricción...»



«(...) el irrefrenable gusto popular por la profusión decorativa, cuyas muestras iban desde los abigarrados bajorrelieves de los edificios más representativos hasta los sencillos banderines de vivos colores que en más de una ocasión llegaban a techar la calle entera


(Crónica de Atlantis)



Entre las tres regiones antes mencionadas, sumaban sesenta y cuatro millones de habitantes, pertenecientes a diez estirpes distintas, siendo la raza dominante de tipo caucásico, con piel de un claro tono blanco u oliváceo, grandes ojos oscuros, mirada dulce y cabello lacio y negro. No obstante, la hegemonía que estos ejercían sobre los demás pueblos de Mu (en los que estaban representadas todas las razas) era de las más benévolas; el salvajismo y la violencia no existían en la mentalidad de esta cultura.

Siete eran las ciudades principales, erigidas como sedes de la religión, la ciencia y la sabiduría. Había muchas otras ciudades grandes y pequeñas, así como pueblos y aldeas, esparcidas por toda la geografía del Imperio.

En dichas ciudades existían grandes templos de piedra grabada que, en las crónicas, se describen como “templos transparentes”. Dicen los estudiosos que esta denominación se refiere a que no tenían techo (como algunos templos griegos), para dejar que el sol iluminara a los creyentes.

Nos cuentan esas mismas crónicas que “caminos amplios y llanos” se extendían en todas direcciones “como en una telaraña”, recubiertos de piedras lisas “entre las que no podía crecer la hierba”, una descripción que bien podría recordarnos a nuestras redes de carreteras de hoy.

En cuanto a su poderío económico, Mu contaba con grandes navegantes que guiaban sus naves por todo el mundo, de oriente a occidente y de norte a sur.



Incontables generaciones antes de su desaparición, las gentes de Mu habían elegido a un rey, añadiendo el prefijo “Ra-“ a su nombre. El rey terminó convirtiéndose en emperador, cuyo título era “Ra-Mu”, quien, aparte del poder político, también ostentaba la autoridad religiosa, si bien siempre se recalcaba que jamás debía ser venerado, pues no era más que un simple representante de los dioses.

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A la derecha, uno de los dos bronces conocidos más antiguos del mundo. Se trata de una figura simbólica de Mu como Señora y Regente de toda la Tierra. Su manufactura se localiza en Mu o en la ciudad capital de Uighur (desierto de Gobi) hace más de 18.000 años.






LA CATÁSTROFE


Destrucción de Mu, continente perdido



Se dice que Mu se hundió en un abismo de fuego.
“La tierra temblaba y se sacudía como las hojas de un árbol en una tormenta. Los palacios y templos caían al suelo y los monumentos y estatuas se venían abajo. Las ciudades se convirtieron en montañas de ruinas”.


Mientras, “los fuegos de la tierra penetraron en las nubes con rugientes llamas de enorme diámetro”. Allí se encontraron con los relámpagos que llenaban los cielos. Gigantescas olas se alzaron y extendieron sobre las costas.
“Durante la noche, la tierra se dividió y quedó hecha pedazos”.


Así lo cuentan las crónicas chinas:
“Antes del Diluvio, la Tierra sufrió una violenta sacudida (…). El cielo comenzó bruscamente a declinar hacia el Norte (…). El Sol, la Luna y los planetas habían cambiado su curso(…). El astro no salió por diez días y la Tierra fue inundada” (Schu Ching)
Así fue el último estertor de esta gran civilización, antes de que fuera cubierta por una pesada capa de tinieblas…

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En cuanto al motivo de esta destrucción, la teoría clásica de Mu, que nos lo describe como único y vasto continente —una gran isla varias veces mayor que Australia que habría ocupado el centro del Océano Pacífico―, atribuye la catástrofe al súbito hundimiento de toda esa enorme extensión de tierra por haber estado asentada sobre una serie de cámaras huecas que se habrían colapsado a la vez en un momento dado, provocando seísmos, erupciones y maremotos.

En mi opinión, toda esa teoría está errada y no va más allá de una quimérica elucubración que sólo podría haberse aceptado en la época en que se formuló, esto es, en las postrimerías del siglo XIX, si bien cualquier análisis científico actual —incluida la “tectónica de placas”— no puede sino descartarla.

Creo, sinceramente, que la destrucción de Mu —que considero, tal y como detallan las crónicas, no una, sino varias extensiones de tierra separadas— está íntimamente ligada a la de la propia Atlantis. Y atendiendo a los testimonios que nos han llegado a través de los milenios, ya sean los textos hindúes (Puranas, Mahabarata, Ramayana), o las leyendas de los indios Hopi, de Norteamérica, o tantos otros, todo parece indicar que el responsable primero no fue un cataclismo “natural”.

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Pero, ¿qué evidencias tenemos de la existencia de Mu? ¿Qué testimonios nos han llegado? ¿De dónde procede la información con la que contamos? De todo eso tratará la PRÓXIMA ENTRADA..

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