domingo, 18 de septiembre de 2016

Visiones de la Atlántida: La Atlántida en la tradición

La Atlántida

Quien haya leído "Crónica de Atlantis" sabrá que la capital que en ella se describe no se ajusta exactamente a los cánones fijados por los Diálogos de Platón, pero ¿cuál es la imagen que las artes y la tradición nos ha transmitido de la Atlántida?

La Atlántida, Crónica de Atlantis

La Atlántida, Crónica de Atlantis

La Atlántida, Crónica de Atlantis

Platón, en sus Diálogos, nos hace una descripción muy pormenorizada de cómo habría sido la capital de la Atlántida:

La isla en sí, según los testimonios que el filósofo griego recoge, era más extensa que Libia (el norte de África, sin incluir Egipto) y Asia menor juntas. Se trataba de una fertilísima llanura abierta al sur y protegida de los vientos septentriona­les por altas montañas situadas al norte. Soberbiamen­te irrigada, sus fértiles campos daban dos cosechas al año de cereales y otros frutos de la tierra, incluyendo, como dice Platón:
"... todo lo que es de árboles y nos da bebidas, comidas y aceites.". 
Abundaban tanto los animales domésticos como la  fauna salvaje, destacando, por su número, la especie de los elefantes. País rico en recursos minerales, conocían los más preciados metales, siendo el más valioso el llamado "oricalco".
"La isla divinea, que estaba bajo el sol, producía todas esas cosas bellas y admirables y en una cantidad ilimitada".
En la Atlántida florecían la industria, los oficios y las ciencias. La propia ciudad contaba con numerosos puertos, canales y astilleros y se mantenían relaciones comerciales con todo el mundo a través de una gran flota mercante.



La Atlántida, Crónica de Atlantis

Entre los edificios más importantes, destacaba el Palacio Real (que era a la vez el Templo del dios), con su triple encintado de piedras negras, blancas y rojas, recubiertas de estaño y oricalco color fuego. Presentaba un aspecto algo bárbaro, con su bóveda de marfil entremezclado con oro, plata y oricalco -lo que le daba una apariencia multicolor-; el revestimiento de oricalco de sus paredes, columnas y pavimento; la gigantesca estatua de Poseidón conduciendo sus cordeles alados en medio de un cortejo de nereidas cabalgando delfines y otros monstruos marinos; las efigies de reyes y reinas y las mil ofrendas de los pueblos que subyugaba Atlantis.

Porque, aparte de su enorme poder económico, la Atlántida podía reunir hasta 1, 2 millones de efectivos en su ejército y su marina de guerra (sin contar las fuerzas de las otras nueve ciudades de la confederación).

La Atlántida, Crónica de Atlantis
Los atlantes construyeron templos, palacios, puentes y túneles, dirigiendo también las aguas, que fluían en un círculo triple, alrededor de su metrópoli, de un modo útil. (Platón "Timeo")
La ciudad contaba con fuentes termales y frías que, canalizadas, dispensaban sus aguas para todos y todas las necesidades de sus habitantes, alimentando los baños reales, las termas públicas y privadas e incluso las de las cuadras, corriendo hasta el Bosque Sagrado, "de belleza y altura sobrenatural", para acabar desembocando junto a los muelles del triple puerto protegido por un vasto encintado del lado del mar, lleno de trirremes, prestas a zarpar y que albergaban embarcaciones y navíos venidos de todas las partes del mundo.

La Atlántida, Crónica de Atlantis

Tres murallas concéntricas protegían la capital de Atlantis, con el Palacio Real en el centro, sobre una colina. La capital se hallaba a unos 50 estadios del mar (1 estadio = 600 pies; 50 serían unos 9,9 km) y los navíos tenían que aprove­char la marea alta para llegar hasta ella.

Cuenta Platón que fue Poseidón mismo quien aisló la colina central por medio de anillos alternos de tierra y de mar, de mayor y menor dimensión -dos de tierra y tres de mar-, a la misma distancia por todas partes. Pero fueron los atlantes quienes, con el paso del tiempo, levantaron puentes e hicieron canales (hasta de 300 pies de ancho y 100 de profundidad) y dársenas subterráneas entre los anillos de mar que rodeaban la antigua metrópoli.

Fuera de la capital, los campos y montañas estaban salpicados de numerosas y ricas aldeas, y ríos, lagos y prados.

El país estaba dividido en diez provincias, cada una bajo la soberanía de un Rey o Príncipe (ya que el rey de la capital tenía supremacía sobre el resto) con pleno poder sobre su territorio. Sus relaciones con los otros príncipes se regían por las disposiciones de Poseidón, tal como se las transmitía la constitución y las leyes grabadas sobre una columna de oricalco que se levantaba en el Templo de Cleito y Poseidón, donde los diez príncipes se reunían, en asambleas periódicas, para deliberar sobre cuestiones de interés público. Estas sesiones incluían un rito consistente en una especie de "corrida de toros" (recordemos los espectáculos taurinos en la Creta minoica), al terminar la cual uno de los animales era sacrificado a Poseidón en una solemne ceremonia. Al caer la tarde, tras haberse investido de bellísimas túnicas color azul, los príncipes se reunían en Consejo.

La Atlántida, Crónica de Atlantis

No hay comentarios:

Publicar un comentario